viernes, 28 de diciembre de 2012

Mi Profesora

Eran casi las ocho de la mañana, atmosfera fría, niebla y llovizna. Las calles repletas de bullicio, mis zapatos mojados, la mano de Mamá apresándome, arrastrándome implacable. Recuerdo a Papá, el día anterior, dijo que iba ser lo máximo. Me trajo unos zapatos nuevos, muy lustraditos, el pantalón plomizo y una camisa blanquita, muy blanquita. Yo miraba todo extasiado. -¡ropa nueva!, ¿mamá es mía? – Claro mi hijo, a ver pruébate, mírame para acá, date vuelta, oh… con un buen peinado vas a ser el más churro de todos. Las chicas te van a perseguir.- -¡claro, si es mi hijo!-, afirmo Papá, resuelto. - “¡Ja!”, no te la creas papito, que seguro a la edad de Gabito, eras un llorón.- Todos reímos. Cuando llegamos aun no sabía de qué se trataba aquello. Las paredes frías, rostros ajenos, lágrimas por doquier. Mi madre sonreía gustosa, pero a mí, me alcanzaba un miedo profundo. Llegaban señoras desconocidas que abrazaban a Mamá. Yo apretaba con fuerza su pierna, como siempre. -¡Qué lindo está Gabrielito!, dijo una señora jalando mis cabellos, me miraba muy cerca…cerquita. Otra puso a su hija muy pegada de mí, la niña me miraba mal, muy mal. Apreté… ¡Ay Gabriel, suelta! – me increpó Por primera vez me sentí en la más absoluta soledad, en el ridículo total. -. ¡Ring! ¡Ring! ¡Ring! -. Comenzó una confusión terrible Mi mamá comenzó a caminar muy rápido, rapidito, luego corría casi arrastrándome, unos pasadizos sucios y solitarios, las paredes más sucias que hasta allí habían visto mis ojos. -¡Llegamos! -, dijo por fin Mamá, soltando un largo suspiro. Era un salón grande, grandísimo… Había lindos dibujos que adornaban las paredes, el desorden era total, pero todo era muy acogedor. Unos niños jugaban por acá, uno pateó una pelota pequeñita por encima de mi cabeza. -“¡Golaaazo!” -, dijo. Me miro luego sonriendo. Mamá parecía enojada por eso, lo supe porque apretó muy fuerte mi mano, a mí me había parecido fabuloso. Unas niñas lloraban sentadas en las bancas, parecían que se imitaban, como en la tele. Yo cuidaba de Má, ante toda esa locura. Hacia frio pero una luz muy intensa llegaba por la gran ventana, iluminaba las caritas felices que inundaban las paredes. Había animales por doquier y un gran ropero, que no imaginaba mi cabeza cuanta ropa guardaría. Una gran pared verde, me miraba con enojo. Que miedito. -¡¿Ella es tu mamá?! -, me dijo una niña con unos inmensos mocos verdes colgando de su nariz. Me miraba cerca…muy cerquita. -¡sí!, apreté… Las señoras que allí estaban, ya no hablaban entre ellas, había un silencio extraño, que sólo interrumpía el… -“¡Golaaazo!” -, otra vez. Una señora sonriente entró al salón, originando un gran suspiro. -¡aaahhh!, ¡Buenos Días, señoras! ¡Buenos días pequeños!-, dijo. Mi Má, se puso de píe, sentándome en la sillita. Un no sé qué, me obligó a abrazarla, muy fuerte fuertísimo… Ella lloró un poco y me dio un fuerte abrazo. Sentí que se despedía de mí y llore mucho. Muchísimo, como un loco. La señora sonriente me tomó de las manos y se sentó frente a mí y me abrazó muy fuerte, fuertísimo… II Era el cuarto cigarrillo de la tarde. En el hospital, nadie tomó de mis manos. Nadie me consoló. En la ventana, la garua solitaria genera desesperanza, nadie acompañó mi soledad interna, ni me sonrió diciéndome: ¡Tú puedes!... Mirando por la ventana, vi acercarse la figura de mi familia. Mi madre aun no llega. No llegará. -¡Es una niña! - dijo una mujer que se acercaba sonriente... Nos confundimos en un abrazo, muy fuerte, fuertísimo, que jamás olvidaré. Lima, 25 de mayo 2010

No hay comentarios: