“¡Feliz
Aniversario Amor!” Que profunda es esta frase, que me evoca máximos recuerdos y
cuan común es decírtela cada vez que se acercan estas fiestas para nosotros.
Podría decirse que parece una obligación, y puedo imaginar tu molestia, cuando
en la mañana olvide decírtela. Es entonces que recuerdo su importancia, su
fulminante peso en nuestras vidas. A veces cuando miro el aro de nuestro
compromiso te veo allí por doquier y te beso profundamente en ausencia, como te
beso ahora en la culminación de la palabra “¡Feliz día!”, y recuerdo que también puedo hablar contigo y
saber de tu presencia aquí a mi lado y dentro mío. Es tarde pero no lo
suficiente para hablar contigo, -!es tan temprano! -, mejoraría mi decir, ya
que la noche nos espera para envolvernos en su luna escondida, en la media luz
iluminando todo y más aún en tus ojos. Amor…
Que
profunda alegría nos envuelve en estos días, la posible llegada de un hijo a
nuestras vidas. Y no puedo dejar de imaginar, cuanto llevara de ti, cuanto
llevara de mí, y me exalta la sola imagen de verte mía, más aun y más libre para
ser la madre que tú esperas ser, para ser el sueño que mi paternidad espera. No
es menester decirte que aunque esperemos años por la bendición de ser padres,
yo jamás claudicaré en mi amor. Cuan feliz y nervioso me siento contigo, cuanto
me obligo a mí mismo para poder seguir siendo tuyo, porque este sueño se
prolongue hasta el cansancio de nuestras vidas, cuan feliz seré en la vida si
en mi última mirada te veo a ti, amor, quien llego a mi vida para enseñarme de
la alegría y de la fe.
Son
seis años a tu lado. Parece ayer cuando éramos compañeros de clase, distantes y
unidos, desconocidos y amigos, incrédulos y llenos de esperanza. Parece ayer
cuando tome tus manos en el pasaje y te bese con pasión incontenible. Aún
resuena en mis oídos tu risa en la azotea de la casa donde nuestra amistad se convirtió
en amor. Fue ayer y aun siento, las ganas de no dejarte ir de noche, de mirar
tu cabello ensortijado, absorto de la forma de tus labios y ciego por tus ojos
espejos de la luna.
Quien
podría imaginar, que aquel, el pequeño de caminar triste. El vendedor de
helados, el de la chompa eterna, el del buzo y las zapatillas rotas. Quien podría
imaginar que aquel muchacho enfrentado consigo mismo y con todos, el padre
inconcluso, el tío niño, el tantas veces olvidado y aun negado, tendría una
recompensa... un tesoro, tú amor mío.
Y
fue ayer, cuando miramos el cuadro gigante de aquel que sólo prodigo amor en la
tierra y incrédulos ante su mirada... y su obra... iniciamos el viaje del
matrimonio. Fue ayer cuando recorrimos las cascadas superfluas, donde te pedí
ser mi esposa. Fue ayer cuando en la esquina de tu casa, jure esperar por ti
eternamente una respuesta afirmativa. Sí, por ti y por los tres sí que ya me
diste, aún más y más aún, y por tu voz y por tu abraso, en el cielo y aun de pie en el silencio.
Largos
años venideros me esperan despertándome a tu lado, rozándote.
Mirando de noche tu dormir de niña buena, deslizando mis dedos por tu respiración
pausada, por tus cabellos de esponjas. Tratando en mi torpeza darte un beso, despertándote
con tu amargura y tu sonrisa unidas, creando el sol de madrugada en tu mirar.
Que
profundo es encontrarnos luego del trabajo, sentir tu llegada, tu carita buena,
tu exigencia por un beso, tus manitas, tú y toda tú, aquí en mí, como si alguna
vez nos hubiéramos separado. Nunca amor, a veces creo que nací a tu lado.
Amor
mío, feliz día...
Lima, 17 de Septiembre de 2010
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